
Con frecuencia los centros educativos que comienzan su andadura en la innovación pedagógica se topan con un problema: han cambiado la metodología pero continúan anclados en un sistema de evaluación – sumativa, cuantitativa y burocrática- que les encorseta.
Los cambios en la metodología y la evaluación pueden- y deben- abordarse de manera coherente e integral, basándose en una reflexión profunda sobre las implicaciones que conllevan. Son varios los investigadores de renombre internacional que coinciden (por distintas vías) en resaltar que una de las medidas más eficaces para mejorar el aprendizaje de los alumnos es la implementación de la evaluación formativa.
Es una de las conclusiones del estudio de John Hattie, autor de “Aprendizaje visible para profesores. Maximizando el impacto en el aprendizaje”, un auténtico bestseller en el mundo educativo anglosajón, basándose en el estudio comparativo de 800 metaanálisis de 50.000 artículos de investigación. Refiriéndose al feedback, Hattie afirma: “En suma, el tamaño del efecto medio es 0,79, que es dos veces el efecto medio del resto de efectos en la enseñanza”.

Por su parte, el investigador Dylan Wiliam, quien ha estado recientemente y por primera vez en España en St. Paul’s School (Barcelona) en numerosas publicaciones ha defendido que, de todas las políticas educativas que se pueden implementar (bajar las ratios, mejorar la formación inicial del profesorado, pagar mejor a los docentes, copiar a otros países, etc.), es la evaluación formativa la que tiene mayores beneficios a menor coste.
¿En qué consiste la evaluación formativa?
La evaluación formativa es la que se realiza en un proceso de aprendizaje recogiendo evidencias, analizándolas y tomando decisiones para la mejora del proceso de aprendizaje. Se puede realizar a diario en el aula o en periodos más largos. Lejos de concentrar nuestra atención en una única herramienta (por ejemplo, el examen o la rúbrica), es preferible disponer de un abanico de propuestas para poder recopilar las evidencias, como las que propone D.Wiliam en “Embedded Formative Assessment”. La evaluación formativa incluye la metacognición, se basa en el feedback cualitativo y productivo y pueden realizarla no solo los docentes sino también los estudiantes, con el entorno y la preparación adecuados.
¿Cómo implementar la evaluación formativa en un centro educativo?
Las innovaciones que tienen un impacto mayor en los alumnos son aquellas que se realizan a nivel de centro educativo. Por ello, la propuesta de convertir los claustros en comunidades de aprendizaje que reflexionan y avanzan juntos en cuestiones pedagógicas se ha mostrado la más sostenible a largo plazo. Estas comunidades pueden centrarse en desarrollar diferentes innovaciones (a diario nos bombardean con ellas) y por ello deben saber que su tiempo y esfuerzo serán mejor aprovechados si se centran en la evaluación formativa. Hace falta, por supuesto, comprender sus elementos esenciales y tener el valor de contrastarlos con su práctica diaria, compartiendo en los equipos los pequeños pasos que se vayan a dar y valorando las aportaciones de los compañeros. Es un camino a largo plazo en el que importa más la evolución que la revolución.
Referencias:
- Hattie, J. (2017): “Aprendizaje visible para profesores. Maximizando el impacto en el aprendizaje”. Paraninfo. ISBN:9788428338608.
- Sanmartí, N. (2007): “Evaluar para aprender”. Graó. ISBN: 9788478274734.
- Wiliam, D. (2011): “Embedded Formative Assessment”. Solution Tree Press. ISBN: 9781934009307.
- Wiliam, D. (2018): “Creating the schools our children need”. Learning Sciences International. ISBN: 9781943920334.
Mariana Morales
Consultora EIM Consultores